14.2.17

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Esta sensación rarita en mi interior tiene nombre propio, tiene causa definida. Ella no está y la extraño. Revivo en mi mente la última interacción que tuvimos y me pregunto qué le está pasando, no es normal, no es común en ella y sé que lo sabe. Aunque le he repetido hasta el cansancio que cuando se va me hace un hueco, seguramente no me lo ha creído porque no se apartaría tan fácilmente. Si supiera la fuerza que tengo que hacer para no gritarle o para no soltarle un simple hola. Me llama a gritos, su mente y la mía están conectadas y la siento, detesto tener que darle una lección otra vez. No está bien, si lo estuviera no se iría, yo la puedo ayudar, rescatarla si es del caso, lo he hecho mil veces y lo haría billones más, en eso consisten nuestros muy desarrollados poder y arte, pero le tengo que volver a mostrar que si ella se va, yo no voy a tirarla hacia mi. Así me trague el corazón cada hora y me tenga que repetir cientos de veces que soy muy fuerte. Lo que sigue lo conozco, más ocasiones de las que quisiera lo he vivido, en un par de días después de su regreso todo estará bien. Somos imanes.

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